Doña Elena y Santa Teresa de Jesus, Francisco Vijil

Octubre, 1961


Cuando en 1892 azotó a Granada la peste de la viruela negra, comúnmente llamada ''alfombría'', esta enfermedad hizo gran número de víctimas La Municipalidad de Granada ordenó reunir a todos los afectados en un solo local, el cual estaba cerca del Cementerio de la Ciudad. 

A este local de enfermos, dieron el nombre de "Lazareto'', y nombraron una Directora y varias ayudantes enfermeras, pero nadie quiso aceptar fan arriesgado cargo por temor a la viruela, al contagio de la terrible viruela. 

Ante la dificultad de encontrar quienes quisieran formar el personal que se requería para que atendiesen a los enfermos, se presentó a aceptar el nombramiento de Directora del "Lazareto" la bondadosa Y caritativa Doña Elena, quien así daba testimonio elocuente de su amor a Dios, al llevar su abnegación hasta aceptar de previo el posible contagio. que bien podría significar su muerte.

En cierta ocasión veníamos de una finca mi padre y yo; al pasar por el "Lazareto", serían como las seis y media y ya caían las sombras de la noche, cuando oímos voces que partían de un hombre a caballo que decía: "!Elena, Elena!"

Se abrió la ventana y apareció Doña Elena con la cabeza atada con un pañuelo blanco y una lámpara en la mano, y contestó: ¿Qué quieres, Faustino? 

No he tenido noticias tuyas, contestó el de a caballo, y vine a saber noticias, o si necesitas algo, para enviártelo. 

Necesito, dijo Doña Elena, que vengan médicos con más constancia. Hasta la vez solamente Juan Ignacio Urtecho llega a esta ventana a darme medicinas y consejos. Cuando ocurre alguna defunción, me siento abandonada de la ciudad. Adiós, Faustino. 

La ventana se cerró y nosotros proseguimos nuestro camino. Ya en nuestra casa, dije a mi madre que esa noche había visto a Santa Teresa de Jesús al pasar por el "Lazareto", según se parecía Doña Elena a la imagen de la Santa, Mi padre tomó parte en la conversación diciendo: "Ciertamente, vimos a Santa Elena, pues no es otra la persona que acepta defender a los apestados de viruela”.

Ella contrajo la viruela en el mismo "Lazareto'' que llegó a regentar y aceptó el lecho del dolor con profunda resignación. De ese lecho, cuando fue rescatada de la muerte, salió todavía con más ánimo a dedicarse como antes al bien de los prójimos y a la enseñanza de la niñez. 

 


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